trenes eléctricos, videollamadas y robots aspiradores

Imaginar el futuro siempre ha fascinado a la humanidad, como demuestran películas icónicas de los 70 y 80 como ‘Blade Runner’ y ‘Robocop’, que fantaseaban con ciborgs y coches voladores. Aunque algunas predicciones, como los humanos ‘mejorados’ y los coches voladores, están empezando a materializarse, nadie había previsto la revolución que supondría Internet. Este anhelo por prever el mañana no es nuevo; ya en 1899, artistas franceses, como Jean-Marc Côté, crearon tarjetas para la exposición mundial de París de 1900, ilustrando cómo imaginaban que sería la vida en el año 2000. Sus visiones, algunas acertadas y otras totalmente desencaminadas, reflejan los deseos y mentalidad de la época, aplicando soluciones conocidas a problemas y la vida cotidiana.

En temas de movilidad, la visión incluía autobuses acuáticos y aéreos, un tren eléctrico imaginario entre París y Pekín que sugería una primitiva idea de maglev de levitación magnética, y patines personales y eléctricos. En comunicaciones, aunque no predijeron el smartphone, sí imaginaron sistemas de voz a texto, notas de audio y videollamadas con un encanto peculiarmente anacrónico. En cuanto al trabajo pesado, visualizaron la automatización en la agricultura y la construcción, aún cuando algunas de estas ideas parecen desfasadas hoy en día.

Curiosamente, también esbozaron conceptos que recuerdan a inventos modernos como los robots de limpieza tipo Roomba y una especie de impresoras 3D para la confección de vestimenta. Sin embargo, junto a estas imaginativas creaciones, hay ideas que nos resultan extrañas e incomprensibles, como el criquet submarino y un servicio de correo por vehículos aéreos, lo que demuestra los límites de nuestra capacidad para prever el futuro.

Estas tarjetas quedaron olvidadas hasta que fueron redescubiertas y publicadas en el libro ‘Futuredays: A Nineteenth Century Vision of the Year 2000’ a mediados de los 80, ofreciendo una fascinante ventana a cómo se imaginaba el futuro hace más de un siglo. Aunque algunas predicciones parecen insensatas o inverosímiles, reflejan una lógica intrínseca de su tiempo, y sorprendentemente, algunas no están tan alejadas de nuestras realidades actuales.