Pompeya, sepultada hace 2.000 años por la erupción del Vesubio, continúa revelando secretos de su avanzada civilización. A pesar de que las excavaciones empezaron en 1739, recién en estos últimos años se han hecho descubrimientos sorprendentes que nos acercan más a comprender la vida en la antigua ciudad. Entre estos hallazgos se incluyen el genoma de un pompeyano y papiros carbonizados que podrían indicar la ubicación de la tumba de Platón.
Los arqueólogos han desenterrado espacios fascinantes como una «sala negra», probablemente una sala de banquetes con frescos bien conservados, y una «sala azul» con pinturas en un poco común pigmento azul, indicativo de su importancia. Estas salas formaban parte de una lujosa villa destinada a la elite, equipada con uno de los baños privados más grandes conocidos hasta la fecha en Pompeya, similar a un spa moderno pero para uso exclusivo.
El detallado spa es central en la residencia, destacando con habitaciones calientes y frías y una gran piscina de inmersión. Las áreas están decoradas con frescos y suelos de mosaico, mostrando el increíble nivel de conservación que hace que el lugar parezca apenas abandonado. Este complejo no solo tenía fines de relajación, sino que también servía como escenario para banquetes y la consolidación de alianzas políticas.
El complejo posiblemente pertenecía a Aulus Rustius Verus, un político de influencia, y es considerado como uno de los mayores descubrimientos en Pompeya. No obstante, también hay hallazgos más sombríos, como los restos de dos pompeyanos atrapados por la erupción en una habitación adyacente a la sala azul, lo que nos recuerda la trágica suerte de muchos habitantes.
Estos descubrimientos ofrecen una visión única de la división de clases en Pompeya, desde la lujosa vida de los más ricos hasta las duras condiciones de los esclavos. Cada nuevo hallazgo en Pompeya es una sorpresa que promete seguir enriqueciendo nuestro conocimiento sobre esta fascinante civilización perdida.
