La iniciativa Golden Dome, impulsada por la administración Trump, pretende revitalizar el concepto de un escudo antimisiles para Estados Unidos, proyecto reminiscente de la «Star Wars» de Reagan, pero con tecnologías del siglo XXI. SpaceX, liderada por Elon Musk, está a la vanguardia, colaborando con un consorcio tecnológico que incluye a Palantir Technologies y Anduril Industries, para desarrollar una solución basada en satélites. La propuesta incluye una constelación de hasta más de mil satélites enfocados en la detección y seguimiento de misiles, y una flota separada de 200 satélites equipados para la interceptación, aunque SpaceX no manejaría la parte ofensiva directamente.
El enfoque de SpaceX y sus colaboradores es innovador, proponiendo un modelo de suscripción por el cual el Pentágono pagaría por acceder a los servicios en lugar de poseer la infraestructura. Este planteamiento generó cierta controversia, insinuando potenciales conflictos de interés y limitaciones sobre el control y los costos futuros de la tecnología, aunque Elon Musk lo ha negado.
El concepto de Golden Dome se inspira en la Cúpula de Hierro israelí, aunque las condiciones y amenazas a las que se enfrenta Estados Unidos, como los misiles hipersónicos de Rusia y China, son considerablemente distintas. La implementación del Golden Dome sería técnicamente y económicamente desafiante, estimándose su costo entre 6.000 y 10.000 millones de dólares, basándose posiblemente en la constelación de satélites Starlink.
La inclusión de gigantes de defensa como Lockheed Martin y Northrop Grumman en esta competencia subraya que, más allá de ser líder, el espacio de defensa antimisiles está altamente disputado. No obstante, surge la interrogante sobre si el Golden Dome será una verdadera revolución defensiva o simplemente una promesa electoral más, en una era caracterizada por su imprevisibilidad política.
