La Basílica de San Pietro in Vincoli en Roma alberga una escultura de Miguel Ángel llamada “Moisés”, famosa por un detalle casi imperceptible pero revelador: un músculo en el antebrazo activado solo al levantar el dedo meñique. Este gesto sutil ejemplifica cómo detalles mínimos pueden simbolizar control y fuerza, conceptos que resonarían siglos después en la tendencia actual hacia cuerpos definidos y tonificados. La era «Protein Chic», impulsada por redes sociales, ha visto una proliferación de productos enriquecidos con proteínas, desde yogures hasta snacks, con famosos como Ashton Hall personificando este ideal de vida saludable y figura esculpida. En la cultura pop, personajes como Saxon Ratliff en «The White Lotus», interpretado por Patrick Schwarzenegger, profundizan en la obsesión por el ejercicio y la imagen corporal, utilizando batidos de proteínas y otros complementos para alcanzar y mantener un físico musculoso.
Sin embargo, este enfoque en la estética hiperproteica y el culto al cuerpo ha suscitado debates sobre la salud y la sostenibilidad de estas prácticas. Expertos de Mayo Clinic y figuras como la neurocientífica Lisa Mosconi advierten sobre los peligros del exceso de proteínas y su impacto en la salud intestinal. Simultáneamente, la moda ha abrazado y magnificado estos ideales, con diseñadores presentando colecciones que resaltan siluetas musculosas, en paralelo al auge de medicamentos para la pérdida de peso y el fenómeno de “SkinnyTok”, que promueve dietas extremas y ejercicios rigurosos.
Esta obsesión con la perfección corporal ha llevado a un incremento en trastornos como la dismorfia corporal, exacerbados por las redes sociales, donde los filtros y las comparaciones constantes generan una percepción distorsionada del propio cuerpo. La psicóloga Sara Bolo señala la preocupación de que comportamientos aparentemente saludables escondan trastornos alimentarios, criticando la rigidez con la que se persigue el ideal de un cuerpo perfecto.
En conclusión, mientras que la admiración por la destreza física y el arte de Miguel Ángel perdura, la moderna obsesión con un físico idealizado plantea preguntas sobre la sostenibilidad y la salud mental en la búsqueda de un ideal inalcanzable, sugiriendo una reflexión sobre el cuidado real de nuestros cuerpos frente a la presión de encajar en moldes promovidos por la sociedad y amplificados por la tecnología.
