Elon Musk convirtió una fábrica abandonada de EEUU en el superordenador más potente del mundo. Nadie pensó en los vecinos

Elon Musk, el hombre más rico del mundo, ha desarrollado un innovador proyecto en una antigua fábrica cerca de Memphis, donde ha situado «Colossus», la supercomputadora más potente del planeta destinada a impulsar la inteligencia artificial (IA) hacia nuevos horizontes. Este proyecto busca definir el futuro de los vehículos de Tesla, alimentando toda la operación con las megabaterías de la compañía. Sin embargo, este avance tecnológico no ha sido bien recibido por todos, especialmente por la comunidad de Boxtown, una zona con mayoría de población negra y con bajos recursos, que desde hace décadas sufre la contaminación industrial.

Para alimentar a Colossus, se instalaron 35 turbinas de gas, capaces de generar hasta 420 megavatios y emitir gases nocivos como óxidos de nitrógeno, partículas ultrafinas y formaldehído, sin contar con las licencias de aire requeridas. Este hecho ha exacerbado los problemas de polución en una zona que ya cuenta con 17 instalaciones contaminantes, y donde diferentes estudios señalan que el riesgo de cáncer cuadruplica los niveles aceptables según la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA). Además, Memphis posee una de las tasas más altas de hospitalizaciones infantiles por asma en Tennessee.

A pesar del entusiasmo del alcalde de Memphis y de algunos líderes locales que ven en este proyecto un futuro prometedor para la ciudad, se ha criticado la falta de transparencia y el evidente colapso regulatorio, con una instalación del tamaño de una planta eléctrica operando sin permisos adecuados. En respuesta a la polémica, xAI solicitó permiso para 15 turbinas y retiró 12, pero el daño a la confianza de la comunidad ya estaba hecho.

El dilema que plantea la instalación de xAI es representativo de un problema nacional más amplio sobre la inteligencia artificial y su verdadero costo ambiental. Mientras se promueve la IA como el futuro, se continúa dependiendo de tecnologías fósiles del pasado, generando beneficios privados a costas del bienestar público. La comunidad de Boxtown, ya victoriosa en luchas ambientales previas, se ve nuevamente en una batalla por su derecho a un entorno saludable, evidenciando la disparidad entre las promesas de avance tecnológico y la realidad de la contaminación persistente. En suma, este proyecto refleja una contradicción entre la innovación prometida por figuras como Musk y las repercusiones ambientales y sociales que conlleva, dejando a las comunidades vulnerables como las principales afectadas.