ya no podremos saber si un vídeo es real o no

En 2018, el surgimiento de los deepfakes marcó un punto crítico en la percepción pública sobre la credibilidad del video como evidencia. Lejos de ser el fin, fue solo el comienzo de una era de desafíos tecnológicos y éticos en torno a la autenticidad del contenido visual. Con el advenimiento de Veo 3 de Google, hemos alcanzado un momento crítico donde la distinción entre videos reales y generados por IA se ha vuelto indistinguible para el espectador promedio. Este avance no sólo refina lo visual, sino que incorpora diálogos y sonidos realistas, creando narrativas convincentes sin precedentes.

El video, durante mucho tiempo considerado como prueba irrefutable de la realidad, ahora enfrenta su mayor desafío. La existencia de tecnología capaz de crear contenido falso pero convincente lleva a un escepticismo generalizado. No solo se puede crear material falso, sino que la dificultad para distinguir lo real de lo sintético sin herramientas especializadas nos introduce en una era de «agnosticismo visual», donde la autenticidad de cada video se cuestiona.

Este contexto tecnológico ha encontrado una aplicación política y social preocupante, proporcionando una «coartada perfecta» para desacreditar videos incómodos simplemente alegando que son artificiales. La sospecha de falsificación, sin necesidad de pruebas concretas, se ha convertido en una herramienta poderosa para cuestionar la veracidad de cualquier contenido.

Ante esta realidad, la sociedad se enfrenta a retos significativos en torno a la verificación de fuentes, la credibilidad y la legitimidad de la información. La solución no recae únicamente en avances técnicos para discernir entre lo real y lo falso, sino en una necesaria transformación hacia una alfabetización mediática que asuma la posibilidad de falsificación como punto de partida. Se insta a una reflexión profunda sobre cómo adaptarse y navegar en un mundo donde el tradicional credo de «ver para creer» ya no es sostenible, marcando el declive del video como prueba incuestionable de la realidad.