Rusia, Emiratos y Arabia Saudí están dinamitando el cartel desde dentro

En 1973, la guerra de Yom Kipur y el posterior embargo petrolero por parte de los países árabes provocaron una crisis energética sin precedentes, catapultando a la OPEP al foco geopolítico mundial al cuadruplicarse el precio del crudo. Cinco décadas después, el petróleo continúa en el centro de las tensiones globales, enfrentando desafíos como conflictos bélicos y guerras comerciales, especialmente con Estados Unidos. Ante un mercado saturado, la OPEP+, liderada por Arabia Saudí, ha optado por incrementar la producción a pesar de la caída de precios, decision que ha sorprendido a varios de sus miembros.

La estrategia de Arabia Saudí parece responder a múltiples objetivos, incluyendo presionar a la industria del fracking en Estados Unidos, buscando recuperar cuota de mercado y, según algunas fuentes, complacer demandas políticas de figuras como el expresidente Donald Trump. Sin embargo, la cohesión interna de la OPEP+ se ve amenazada tanto por la sobreproducción de algunos miembros, como por las tensiones geopolíticas, evidenciadas en la reciente negativa de Rusia a la propuesta saudí de aumentar la producción.

Este escenario plantea el riesgo de una implosión de la OPEP+, cuya cohesión se erosiona frente a incumplimientos de cuotas y acciones unilaterales de grandes productores. La alianza podría perder relevancia estratégica a nivel global y convertirse solo en un símbolo, en un momento en que muchos estados petroleros buscan maximizar sus ventas ante la posibilidad de que la demanda de petróleo alcance su pico en la próxima década. El futuro de la OPEP+ se encuentra en una encrucijada, marcada por desafíos estructurales e institucionales que podrían redefinir su papel en el escenario energético mundial.