EEUU cada día se fía menos de China. Ahora planea prohibir el uso de los cables submarinos de origen chino

La relación entre Estados Unidos y China está marcada por una desconfianza profunda, exacerbada por la competencia por la supremacía mundial. Una manifestación reciente de esta desconfianza proviene de Estados Unidos, específicamente a través de la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC), que ha propuesto prohibir el uso de cables submarinos fabricados por China para la conexión de Estados Unidos con el resto del mundo. Esta medida, propuesta durante la administración Trump, se fundamenta en la percepción de que China representa una amenaza para la seguridad de la infraestructura de conexión a internet de Estados Unidos. Este paso se alinea con la política «America First» impulsada por Trump, enfocada en reforzar el liderazgo estadounidense en áreas críticas como la inteligencia artificial (IA) y las tecnologías de próxima generación.

Los cables submarinos, responsables de transportar el 99% del tráfico de internet global, son considerados esenciales para la conectividad y los esfuerzos de Estados Unidos por mantenerse a la vanguardia en tecnología. La FCC y su presidente, Brendan Carr, expresan preocupación ante la creciente presencia de compañías chinas como Hengtong Group, Zhongtian Submarine Cable, Orient Cable y Dosense Cable en el mercado de producción de estos cables. Se argumenta que, dada la importancia estratégica de estos cables, no se puede permitir que China, vista como un «adversario extranjero», tenga influencia sobre parte de esta infraestructura crítica.

Como parte de la estrategia propuesta, Estados Unidos buscaría incentivar el uso de servicios y tecnologías de reparación y mantenimiento provistos por empresas estadounidenses o de países considerados confiables, mientras se impone restricciones adicionales a la incorporación de tecnología china en la infraestructura de comunicaciones. Este movimiento es coherente con acciones previas de la administración Trump, que incluyeron la prohibición de equipos de telecomunicaciones de empresas chinas como ZTE y Huawei, subrayando la intensificación del conflicto tecnológico entre Estados Unidos y China.