Los aviones, como los móviles y los coches, utilizan satélites para ubicarse, a través de sistemas de gestión de vuelo (FMS), que mejoran la precisión y eficiencia de las rutas aéreas. Sin embargo, este sistema no es infalible y, en caso de interferencias, los pilotos deben recurrir a métodos de navegación alternativos. Estas interferencias se han incrementado en situaciones de conflictos bélicos, causando preocupación entre aerolíneas, controladores y gobiernos. Un ejemplo reciente fue el vuelo de Ursula von der Leyen, presidente de la Comisión Europea, que experimentó una interrupción de la señal satelital atribuida a interferencias rusas, obligando a los pilotos a aterrizar usando cartas impresiones y métodos tradicionales.
La aviación moderna utiliza el sistema GNSS (Global Navigation Satellite System), que integra varias constelaciones de satélites como el GPS, Galileo, GLONASS y BeiDou, permitiendo planificar rutas eficientes y aterrizar con precisión. Ante la pérdida de GNSS, los aviones pueden recurrir a sistemas inerciales y radioayudas terrestres gracias a la redundancia de sus sistemas de navegación. Europa, en respuesta, trabaja en reforzar sus defensas y redes satelitales para mitigar estas interferencias y mejorar la seguridad. La reciente interferencia en el vuelo de Ursula von der Leyen subraya la vulnerabilidad de la navegación satelital frente a amenazas electrónicas, destacando la importancia de reforzar infraestructuras y desarrollar medidas defensivas en un contexto de guerra tecnológica en el espacio y el ciberespacio.
