En la era digital actual, un fenómeno silencioso pero masivo emerge en las redes sociales, especialmente en plataformas como Instagram: la proliferación de influencers virtuales generados por inteligencia artificial (IA). Estos personajes digitales, que simulan llevar vidas de ensueño, publicando desde destinos exóticos hasta mensajes sobre sostenibilidad, están influyendo en las decisiones reales de millones de personas. Aitana López y Sena Z son ejemplos destacados de este creciente sector, mostrando cómo la IA puede imitar la experiencia de viajes y vida de lujo sin ser reales. Además, entidades como la Oficina Nacional Alemana de Turismo han integrado avatares como Emma, una influencer y chatbot, para interactuar con el público en múltiples idiomas.
La creación de estos influencers de IA responde a ventajas significativas para las marcas y organizaciones: son más baratos, no requieren descanso, no envejecen ni generan controversias. No obstante, este fenómeno plantea preocupaciones sobre la autenticidad de las experiencias compartidas y su impacto en la percepción pública de diversos destinos y productos. Además, hay preocupaciones sobre cómo estos avatares perpetúan ideales de belleza inalcanzables, afectando potencialmente la salud mental de los observadores.
La regulación intenta alcanzar a esta tecnología avanzando con el Reglamento de Inteligencia Artificial en Europa, estableciendo obligaciones de transparencia para sistemas de IA. Sin embargo, muchos contenidos generados por IA todavía no indican de manera explícita su naturaleza artificial. Esto conlleva a una creciente crisis de confianza visual, donde discernir si una experiencia o imagen es real se vuelve cada vez más desafiante, alimentando la sospecha permanente en nuestras interacciones con la realidad digital.
Este escenario plantea interrogantes críticos sobre la autenticidad, la confianza y cómo nos relacionamos con el contenido que consumimos digitalmente. Los influencers virtuales personifican una frontera emergente en la creación de contenido, desdibujando las líneas entre realidad y artificio, y desafiando nuestras concepciones de experiencia y autenticidad en la era digital.
