dos realidades paralelas con muchos matices

La productividad, entendida como la capacidad para producir más bienes en menos tiempo, es un indicador económico fundamental tanto a nivel empresarial como macroeconómico, afectando la competitividad entre países. La persistente brecha de productividad entre Estados Unidos y Europa ofrece un claro ejemplo de cómo diversos factores, incluidas las políticas laborales y económicas, pueden influir en este aspecto. Estados Unidos ha superado a Europa en términos de productividad por hora trabajada durante las últimas dos décadas, evidenciando un crecimiento superior al 8,4% comparado con apenas el 1% en la zona euro.

La medición de la productividad a nivel empresarial se basa en la eficiencia de la producción, como el número de bienes producidos por hora de trabajo. Sin embargo, cuando se amplía esta medición a un contexto macroeconómico, su cálculo se complica e involucra el PIB, considerando aspectos como la eficiencia de las máquinas utilizadas, las políticas fiscales para incentivar la inversión, y el mercado laboral, entre otros.

Los motivos detrás de la superior productividad estadounidense incluyen jornadas laborales ligeramente más largas, una menor regulación del mercado laboral, y un fuerte énfasis en la inversión y uso de nuevas tecnologías, como el trabajo remoto y la inteligencia artificial. Esto contrasta con la situación en Europa, en donde políticas laborales más proteccionistas, el envejecimiento de la población, y una menor inversión en tecnología parecen haber frenado su progreso en este ámbito.

Además, factores como el costo energético, exacerbado por la crisis derivada de la guerra en Ucrania y la subsecuente crisis energética, han impactado negativamente en la productividad europea. La dependencia de Europa de energías renovables, aunque beneficiosa desde el punto de vista ambiental, ha implicado un mayor costo energético para la industria comparado con Estados Unidos.

Finalmente, la variación en el valor de las divisas también juega un papel; las fluctuaciones en el cambio euro-dólar pueden distorsionar las comparaciones de productividad cuando se convierten las cifras de PIB de euros a dólares. Estas complejidades subrayan cómo factores económicos, políticos, y sociales influyen en la productividad y la competitividad internacional, delineando un panorama donde la adopción de tecnología y la efectividad de las políticas económicas son claves para la mejora de la productividad.