China ha dado con la fórmula para seguir expandiendo su gran industria pesquera: «colarse» en caladeros extranjeros

China se consolida como la mayor potencia pesquera a nivel global, contribuyendo casi un tercio, o en algunas estimaciones hasta un 40%, del suministro mundial de pescado, según datos de la FAO y el Banco Mundial. Este dominio se extiende más allá de la acuicultura y la pesca libre, impactando no sólo en sus propias aguas sino también en las internacionales, revelando una presencia cada vez más prominente en las aguas nacionales de países en Sudamérica, África y el Pacífico.

La influencia de China en el sector pesquero global va más allá de la mera capacidad de producción, evidenciada por una producción pesquera que en 2021 ascendió a 62,24 millones de toneladas, representando el 31% de la producción mundial. Esta preponderancia se ve reforzada por un crecimiento explosivo en la producción global en las últimas décadas.

Un aspecto crucial de la estrategia china para expandir su presencia pesquera incluye el abanderamiento, una táctica que permite a China acceder a caladeros extranjeros mediante el registro de barcos bajo banderas de otros países. Esta estrategia, aunque a veces legal, ha permitido un amplio alcance de las operaciones de pesca chinas en aguas territoriales extranjeras, opacando las incursiones ilegales previas y presentando nuevos desafíos en términos de soberanía, seguridad alimentaria y conservación marina.

Organizaciones como The Outlaw Ocean han evidenciado cómo barcos de pesca chinos, a través de empresas intermediarias, operan bajo banderas extranjeras en numerosos países, destacándose especialmente en África. En Ghana, por ejemplo, hasta el 95% de su flota de arrastre está vinculada a China. Además, se destaca la polémica táctica de «abanderamiento», donde empresas chinas controlan buques registrados como locales en países extranjeros, lo cual les permite operar en jurisdicciones a las que de otra manera no tendrían acceso.

Aunque China ha prometido reducir su flota en respuesta a preocupaciones sobre la sobrepesca, las prácticas de abanderamiento y acuerdos comerciales sugieren una continuación, sino expansión, de su influencia pesquera a nivel global. Esta estrategia no sólo pone en cuestión compromisos ambientales sino también plantea interrogantes sobre la legalidad y ética de estas operaciones, especialmente cuando se asocian con delitos ambientales y fiscales.

La expansión de la pesca china en aguas extranjeras, legitimada mediante la práctica de abanderamiento, desafía conceptos tradicionales de soberanía y conservación, revelando la complejidad de la gobernanza marítima en el contexto de una globalización profunda y las ambiciones de una superpotencia en ascenso.