Al despliegue desorbitado de centros de datos para la IA le ha salido un nuevo problema: las cavernas de sal

La inteligencia artificial (IA) se enfrenta a un apremiante desafío de consumo energético que redefine las infraestructuras tecnológicas y energéticas a escala global. Satya Nadella, CEO de Microsoft, articula este reto señalando que el problema ya no radica en la disponibilidad de chips, sino en la insuficiencia de recursos energéticos para operarlos. Esta realidad empuja a las Big Tech hacia soluciones ingeniosas, como la construcción de cavernas de sal subterráneas destinadas al almacenamiento de gas natural, vital para garantizar el suministro eléctrico constante y seguro que demandan los centros de datos.

Las cavernas de sal se presentan como una solución estratégica por su capacidad para adaptarse a las fluctuaciones energéticas repentinas, funcionando como pulmones de alta presión que facilitan el almacenamiento y acceso rápido al gas natural. Empresas como Enbridge y Trinity Gas Storage, conscientes del fenómeno denominado «superciclo del almacenamiento 2.0», están invirtiendo en expandir sus capacidades de almacenamiento para satisfacer la creciente demanda energética de la IA. Sin embargo, esta solución no está exenta de críticas, particularmente en lo que respecta al reforzamiento de la dependencia de combustibles fósiles y los riesgos asociados a fenómenos climáticos extremos.

Con el objetivo de diversificar las fuentes de energía y reducir esta dependencia, compañías como Google están explorando alternativas más sostenibles, como la geotermia avanzada, mostrando un interés creciente en energías renovables y limpias. Esta búsqueda de soluciones subraya la emergencia de un problema fundamentalmente energético tras la expansión de la IA.

A nivel global, el impacto de la IA en la demanda energética no se limita a Estados Unidos. Europa y China, por ejemplo, adoptan enfoques distintos para abordar este desafío, desde la reconversión de centrales de gas y carbón en centros de datos hasta el desarrollo de centros de datos submarinos y la subvención de la electricidad para la IA.

El panorama descrito revela un retorno a la exploración y explotación de recursos subterráneos, marcando una vuelta a prácticas extractivistas en la carrera por alimentar la demanda energética de la IA. Este retorno al subsuelo para encontrar soluciones plantea interrogantes sobre el futuro sustentable y las prioridades de la innovación tecnológica y energética.