casi todo son aplicaciones glorificadas

Hace siete meses, un artículo de Xataka presentó la emergencia de dispositivos corporales basados en Inteligencia Artificial (IA), prometiendo revolucionar la manera en que interactuamos con la tecnología. Sin embargo, la realidad tras medio año parece bastante distinta, con un creciente escepticismo hacia estos productos. El AI Pin de Humane es un ejemplo destacado, costando 700 dólares más una cuota mensual de 24 dólares, pero sin ofrecer un valor real a sus usuarios. A pesar de integrar tecnologías avanzadas, su utilidad queda en entredicho y no justifica su alto precio.

La expectativa se disparó con la aparición de tecnologías como ChatGPT, motivando la creación de hardware dedicado como el AI Pin y el Rabbit R1. Sin embargo, a pesar de sus promesas de innovación y utilidad práctica, estos dispositivos parecen no superar las capacidades que ya ofrecen las aplicaciones móviles convencionales. El Rabbit R1, por ejemplo, ha sido criticado por su lentitud y su incapacidad para competir con la eficiencia de un humano usando un smartphone.

No obstante, existen ejemplos de dispositivos basados en IA que sí aportan un valor adicional, como las Ray-Ban Meta, que integran auriculares y una cámara para grabaciones punto-de-vista, expandiendo sus funciones gracias al soporte de IA de Meta.

La situación plantea una pregunta crucial sobre el futuro de la tecnología wearable: ¿Realmente estamos avanzando hacia un futuro donde dispositivos dedicados reemplazarán algunas funciones del smartphone, o estamos siendo testigos del nacimiento de un mercado que exagera su valor para justificar su existencia? La realidad sugiere que estos gadgets todavía tienen que demostrar su capacidad para ofrecer algo genuinamente diferente y más valioso que lo que ya podemos conseguir con nuestro teléfono y las aplicaciones disponibles en él.