TSMC, el gigante de la fabricación de semiconductores, se encuentra en medio de una expansión global por presiones geopolíticas, divergiendo de su enfoque tradicional basado en la demanda del cliente. Esta estrategia lo lleva a establecer operaciones en Estados Unidos, Japón y Alemania, respondiendo a iniciativas como el CHIPS Act en EE. UU. y la Ley Europea de Chips. Sin embargo, el fundador de TSMC, Morris Chang, critica estos movimientos, argumentando que la singular eficiencia y competitividad de TSMC se basan en su ecosistema concentrado en Taiwán, cerca del Hsinchu Science Park. La empresa sigue siendo mayoritariamente taiwanesa, con más del 90% de su capacidad y empleados en Taiwán, un factor clave en su ventaja competitiva.
A pesar del éxito en las primeras producciones en Arizona utilizando tecnología de 4 nm, los costes son significativamente más altos debido a desafíos como la escasez de materiales y mano de obra cualificada, y una mayor burocracia. Mientras tanto, las futuras instalaciones en Japón y Alemania se centrarán en tecnologías menos avanzadas pero estratégicas para clientes específicos como Sony y Bosch.
La expansión internacional de TSMC es vista como un arma de doble filo: fortalece su liderazgo tecnológico y posicionamiento estratégico, pero genera preocupaciones sobre la potencial fuga de tecnología avanzada y talento. La presión de EE. UU. ha llegado incluso a impedir sus planes de expansión en Emiratos Árabes Unidos. A pesar de los subsidios gubernamentales y el intento de mitigar la dependencia de Asia, la efectividad de estas políticas es incierta, lo que plantea desafíos para el futuro de la fabricación de semiconductores en el ámbito global.
