La crisis de los 40 es considerada como el período más infeliz en la vida de muchas personas, afectando incluso a millonarios como Mark Zuckerberg, quien marcó su entrada a esta etapa comprando dos superyates de un oligarca ruso por 300 millones de dólares. Uno de estos yates, llamado Launchpad, es un colosal barco de 119 metros de eslora equipado con todo tipo de lujos y comodidades, incluyendo sala de juegos, piscina, gimnasio, spa, y helipuerto, con un costo de mantenimiento anual de 30 millones de dólares.
A pesar de las críticas, Zuckerberg ha navegado miles de kilómetros, consumiendo dos millones de litros de diésel y emitiendo más de 5.300 toneladas de CO₂. Este gran consumo energético y la huella de carbono que genera han atraído críticas de ambientalistas y del público en general, señalando la contradicción entre el discurso ecológico y las prácticas personales de millonarios como Zuckerberg.
Además, el magnate ha generado controversias al intentar evadir normativas y buscando soluciones ingeniosas para llevar a cabo actividades exclusivas, como el heliesquí en Noruega. Su llegada al astillero francés de La Ciotat, conocido por su servicio exclusivo a los lujosos barcos de multimillonarios, ha avivado el debate sobre el impacto medioambiental y los privilegios de los multimillonarios en contraste con los esfuerzos globales por la descarbonización y la lucha contra el cambio climático.
El caso de Zuckerberg resalta no solo la crisis personal de los 40, sino también la crisis global provocada por desigualdades económicas y ambientales, poniendo en evidencia la brecha entre el discurso y la realidad de las acciones de las élites económicas frente a los desafíos medioambientales.
