El incremento de tensiones militares globales ha resultado en un aumento sustancial de los presupuestos de defensa de varias naciones. Australia, en particular, ha experimentado una notable escalada militar, respondiendo a las tensiones en el Indo-Pacífico, especialmente debido a las complicaciones con China. Esta situación ha llevado a Australia a invertir más de 30.000 millones de euros en su defensa, con el objetivo de transformar su capacidad militar para enfrentar desafíos en una región y mundo volátiles.
Uno de los proyectos más destacados dentro de esta inversión es el Ghost Shark (Tiburón Fantasma), un submarino autónomo desarrollado por la empresa Anduril, especializada en tecnologías de inteligencia artificial y sistemas autónomos no tripulados. Este submarino, parte de un programa mayor que incluye otros drones submarinos autónomos, se destaca por ser completamente autónomo y no requerir tripulación, similar al submarino Orca de Boeing en Estados Unidos. Está diseñado para misiones de larga duración bajo el agua, con un enfoque en autonomía e inteligencia artificial debido a las limitaciones de comunicación en dicho ambiente.
El Ghost Shark apunta inicialmente a tareas de reconocimiento en aguas australianas, aunque las declaraciones oficiales sugieren también un papel en la guerra submarina autónoma, sigilosa y de largo alcance. El diseño modular del submarino, destacado por su adaptabilidad para el transporte en contenedores estándar, sugiere un potencial significativo para la exportación a aliados y socios globales. Este enfoque en la defensa y la posible exportación destaca la ambición de Australia no solo en fortalecer su defensa sino también en convertirse en un actor relevante en el mercado de tecnología militar. El desarrollo del Ghost Shark ejemplifica cómo la confrontación militar moderna está evolucionando, potencialmente marcando el comienzo de una nueva era en la estrategia de defensa, centrada en el uso de la tecnología avanzada y la inteligencia artificial.