Japón está implementando un ambicioso plan para reclamar su posición líder en el ámbito tecnológico, centrando sus esfuerzos especialmente en el sector de los semiconductores. Actualmente, el país está invirtiendo en esta industria más que Estados Unidos, Alemania, Francia y Reino Unido, dedicando el 0,71% de su PIB, contrastando significativamente con el porcentaje destinado por estas naciones. La determinación del gobierno japonés se refleja en su deseo de competir de igual a igual con las principales potencias del sector y no es un objetivo lejano, considerando que compañías importantes en la industria de equipos de litografía como Tokyo Electron, Canon o Nikon, son de origen japonés.
La estrategia japonesa no solo apunta a robustecer la manufactura de circuitos integrados sino también a ampliar su infraestructura con centros de datos para inteligencia artificial (IA), contando con la colaboración de empresas destacadas como NVIDIA. Este plan, sin embargo, enfrenta desafíos significativos en términos de consumo energético y sostenibilidad. Japón reconoce la necesidad de aumentar su capacidad de generación de electricidad en un 35 a 50% para 2050, lo cual implica también avanzar en la descarbonización de su sistema energético, dependiente actualmente de combustibles fósiles, especialmente importados de Oriente Medio.
Para atender a estas crecientes necesidades energéticas, las autoridades japonesas están invirtiendo en tecnologías innovadoras como células fotovoltaicas basadas en perovskitas y turbinas eólicas flotantes, así como reactivando y expandiendo su parque nuclear. Esto incluye la puesta en marcha de centrales nucleares desactivadas tras el desastre de Fukushima y la construcción de nuevas instalaciones con reactores de cuarta generación, como la planta de Kashiwazaki-Kariwa, la más grande del mundo con sus siete reactores de agua en ebullición. Japón tiene ante sí el desafío de equilibrar su avance tecnológico con la sostenibilidad ambiental y la seguridad energética.
