En el desierto de Sonora, Estados Unidos, se encuentra Biosphere 2, un complejo de más de una hectárea que contiene ecosistemas diversos como una selva tropical y un océano artificial. Entre 1991 y 1993, ocho personas se encerraron en este sistema cerrado buscando sobrevivir de manera autosuficiente para experimentar y entender la complejidad de la Tierra y explorar la viabilidad de replicar condiciones habitables fuera de nuestro planeta, con un ojo puesto en la colonización espacial. El proyecto, financiado con cerca de 150 millones de dólares de la época por el multimillonario Ed Bass, se convirtió rápidamente en un drama por las numerosas dificultades encontradas, desde la dramática caída de niveles de oxígeno hasta el descontrol de poblaciones de cucarachas e insectos, pasando por conflictos personales entre los participantes.
A pesar de las dificultades, Biosphere 2 ha trascendido sus críticas iniciales para convertirse en un importante centro de estudios del cambio climático y un destino turístico que ha atraído a más de tres millones de visitantes. Actualmente, es propiedad de la Universidad de Arizona y se utiliza para investigaciones científicas, incluyendo estudios sobre el impacto de las sequías y el calor extremo en los ecosistemas terrestres así como la acidificación y el calentamiento de los océanos.
Biosphere 2 demostró lo complejo que es replicar los delicados equilibrios de los ecosistemas de la Tierra, señalando la importancia crítica de los microorganismos en el mantenimiento de la vida. Lejos de ser un mero recuerdo de un ambicioso experimento de los años 90, se ha consolidado como una herramienta invaluable para entender mejor nuestro planeta y contribuir a su preservación. La experiencia de vivir dentro de este microcosmos alteró profundamente la perspectiva de sus habitantes sobre la interconexión entre los seres humanos y el medio ambiente, recordándonos la fragilidad de nuestra existencia colectiva en la biosfera terrestre.
