El debate sobre el uso de la inteligencia artificial (IA) en la educación está ganando cada vez más relevancia. A medida que herramientas como Google Classroom y Moodle se han vuelto comunes en las aulas, el enfoque ahora se traslada hacia sistemas más avanzados como ChatGPT de OpenAI, capaces de generar contenidos y asistir tanto a profesores como a estudiantes en el proceso educativo. ChatGPT, en particular, ofrece una versión especial para profesores en EE.UU., brindando asistencia personalizada, integración con herramientas educativas y un espacio seguro para la colaboración y la planificación docente. Este avance tecnológico busca optimizar la preparación de clases, realización de tareas y evaluaciones, pero plantea preguntas fundamentales: ¿Qué se aprende realmente cuando se delega el trabajo a la tecnología? ¿Qué impacto tiene esto en el sistema educativo y en el proceso de aprendizaje?
A pesar de los beneficios aparentes como la eficiencia mejorada y las capacidades de personalización, estudios del MIT y otras instituciones advierten sobre la posible reducción del esfuerzo cognitivo y el deterioro de habilidades críticas debido al uso extendido de IA. Estas herramientas, aunque potencialmente transformadoras, pueden estar en riesgo de sustituir la esencia del aprendizaje, que radica en la capacidad de pensar, analizar y argumentar con conocimiento propio. La inserción de IA en el ámbito educativo despierta así el desafío de equilibrar el uso de tecnologías avanzadas sin comprometer el desarrollo cognitivo y crítico de los estudiantes. El futuro educativo será marcado no solo por la decisión de usar IA, sino por cómo y cuánto se delega al proceso educativo, salvaguardando el valor intrínseco de aprender.
