La integración de la inteligencia artificial (IA) en los procesos de selección de personal ha revolucionado la forma en que las empresas filtran y seleccionan candidatos. Sistemas automatizados como ATS (Applicant Tracking System) tienen como objetivo agilizar y mejorar la selección, pero han complicado en muchos casos el proceso, dejando fuera a candidatos potencialmente cualificados por seguir criterios rígidos y automáticos. Esta situación ha llevado a una saturación de solicitudes, alargando los tiempos de contratación y aumentando la frustración entre los aspirantes, quienes encuentran en el uso personalizado de IA para optimizar sus currículums una estrategia para destacarse.
Tim Rogers y otros analistas critican este sistema, argumentando que se pierde la calidad humana y la posibilidad de evaluar actitudes y compromisos esenciales para las empresas. La creciente dependencia de la IA en el proceso de selección ha creado un círculo vicioso donde máquinas evalúan a candidatos también preparados por máquinas, muchas veces ignorando el talento real. Frente a esto, la comunicación directa y el networking siguen siendo herramientas clave para conseguir empleo, confirmado por datos que indican una prevalencia en el uso de redes de contactos para la búsqueda de trabajo.
En respuesta a las limitaciones de la selección automatizada, algunas empresas están volviendo a las entrevistas presenciales para captar mejor las capacidades y la idoneidad de los candidatos, reconociendo las deficiencias de depender exclusivamente de sistemas automáticos y de IA. Esto sugiere que, a pesar de los avances tecnológicos, el elemento humano sigue siendo insustituible en la evaluación de los aspirantes a un empleo.
