Los países ricos en petróleo como Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudí rivalizan en distintas hazañas de ingeniería, desde construir el rascacielos más elevado hasta proyectos futuristas como Neom y The Line. Esta competición se extiende a la industria automotriz, donde destacan por intentar desarrollar coches excepcionales alejados del estándar práctico y económico, enfocándose en el lujo y el rendimiento extremo. Un ejemplo es el intento de una empresa dubaití por crear el hipercoche Devel Sixteen, proyectado para ser el automóvil de producción más potente del mundo, con un motor V16 de 12,3 litros y cuatro turbos capaces de generar 5.000 CV, apuntando a alcanzar los 560 km/h.
Este plan, aunque visto inicialmente entre escepticismo y expectación, planteó retos significativos más allá del desarrollo del motor, como la transmisión de tal potencia al suelo y la necesidad de una estructura que pudiera manejarla. A pesar de los avances y las promesas, el principal desafío radicó en diseñar un chasis y un sistema de transmisión capaces de soportar y controlar eficazmente la potencia y la velocidad extremas, sin comprometer la seguridad. Asimismo, se abordaron problemas relacionados con la durabilidad de los neumáticos a altas velocidades, lo que es crucial para romper la barrera de los 500 km/h sostenidamente y de forma segura.
El proyecto del Devel Sixteen, a pesar de demostrar la viabilidad de su motor extraordinariamente potente, enfrentó obstáculos insuperables para materializar un coche completo capaz de cumplir con las expectativas generadas. La industria sigue avanzando con fabricantes como Bugatti y Koenigsegg explorando los límites de la velocidad y la potencia, reflejando el constante deseo humano por superar los límites de la ingeniería y la tecnología en búsqueda de la excelencia y el rendimiento extremo.
