Un político japonés ha intentado ‘hackear’ las elecciones disfrazándose de villano de ‘Gundam’. Bandai no se lo ha tomado bien

En la arena política, atrapar la atención de los votantes es crucial, sobre todo durante las campañas electorales. En este contexto, Japón ofrece un paisaje único donde algunos políticos llevan sus estrategias de campaña a un nivel completamente diferente, adoptando tácticas peculiares que incluyen disfraces y cosplay para resonar especialmente con las audiencias más jóvenes y diferenciarse de los medios convencionales. Entre estos esfuerzos, destaca el político japonés y ex actor Taro Yamamoto, fundador del partido Reiwa Shinsengumi, quien decidió vestirse como Char Aznable, antagonista de la icónica serie «Mobile Suit Gundam», junto a la actriz de voz Maya Okamoto. Esto dio lugar a una campaña que llamó considerablemente la atención no solo por el particular medio elegido, sino también por la destacada ubicación del evento frente a un Unicorn Gundam a tamaño real en Odaiba, lo que generó discusiones en las redes.

La reacción de Bandai, titulares de los derechos de «Gundam», fue de distanciamiento, marcando una declaración formal que desaprobaba el uso de sus personajes en actividades políticas. Esta situación evidencia la complejidad de asociar elementos de la cultura pop con la política, particularmente cuando dichos elementos tienen un fuerte arraigo emocional y cultural con la audiencia.

A nivel global, la tendencia de utilizar elementos de la cultura popular en políticas no es exclusiva de Japón. Por ejemplo, en Corea del Sur se ha visto también la incorporación de aspectos tales como videojuegos populares y referentes culturales específicos de su sociedad para apelar a los más jóvenes. Estas tácticas diversificadas, que van desde el cosplay hasta el uso de plataformas de videojuegos y la oferta de incentivos culturales, subrayan un enfoque creativo y, a veces, controversial, de conectarse con electorados potencialmente desinteresados o desvinculados de la política tradicional.

Estos métodos plantean importantes preguntas sobre la eficacia y las implicaciones éticas de combinar cultura pop y política, sobre todo cuando se trata de movilizar a ese 50% del electorado que regularmente se abstiene de votar bajo la premisa de que «no se puede cambiar el mundo», como argumenta Yamamoto al manifestar su intención de proteger la cultura pop japonesa y hacer frente a crisis dentro de la industria del anime y sectores empresariales afectados por nuevas legislaciones. La reacción del público, mezclada entre apoyos y críticas, plantea un escenario de reflexión sobre los límites y posibilidades dentro de la esfera de las campañas electorales contemporáneas.